domingo, enero 21, 2007

DE LA JORNADA JALISCO




Razones para rechazar la policía secreta
CARLOS ENRÍQUEZ BUENO
Las policías secretas en nuestro país no sólo son inconstitucionales, sino que tienen una larga y demasiado negra historia de secuestros, crímenes, tortura, encubrimientos, atropellos, robos, ilegalidades y complicidades con el hampa. El panismo, con su idea de resucitar tal servicio secreto por boca de Gerardo octavio Solís nos ofrece un retorno al pasado en Jalisco de los sótanos malolientes del tehuacanazo y la asfixia por inmersión, de la incomunicación y el desconocimiento absoluto de los más elementales procedimientos jurídicos y de respeto a los derechos humanos, ante la impotencia de presentar una propuesta moderna, creativa, eficiente, de seguridad pública. La ley de la selva pues, muy acorde a lo que se podría pensar es una mentalidad de policía, que lo fue. Y al decir el panismo me refiero a que son resonancias de la mentalidad policial que priva ahora como horizonte privilegiado “de gobierno”. Calderón amagando con su mano dura que le pone el guante de “firme” y sus imágenes militaristas. Ramírez Acuña siguiéndole, y quien le cuida aquí las espaldas, haciéndole segunda al que hace segunda al mero preciso, aunque sea ilegítimo.
No nos engañemos, los dueños de este país sólo quieren un gerente eficaz (Calderón) que garantice el imperio de la impunidad y la transa para lo que eufemísticamente llaman libre mercado (que por cierto no opera para vendedores ambulante sujetos a la persecución policial como si de delincuentes se tratara) es decir, para los negocios que produzcan dinero de manera rápida, fácil y voluminosa, como las criminales operaciones especulativas del maíz y la tortilla. La ley, el marco jurídico, los consumidores, los ciudadanos, no importan. Desean que los inversionistas extranjeros inviertan sin importar los daños ecológicos, la ilegal propiedad de franjas cada vez mayores del territorio nacional, o el traspaso de los bienes que son propiedad de la nación como Pemex y la CFE a manos privadas, enriquecimientos ilegales y personales de por medio. Quieren que las condiciones del saqueo sean amplias y cómodas para quienes entienden la administración pública como la oportunidad para la voracidad más desaforada e impune. Buscan convertir en páramos los lugares en donde se asientan, pagado salarios de hambre y atropellando precarios derechos laborales, sin cubrir adecuadamente los impuestos correspondientes. Las leyes de protección al trabajo y al salario les estorban porque anhelan las tiendas de raya porfiristas, aunque sea al costo de que el país se erija en una gigantesca Pasta de Conchos. Insisten en convertirse en capataces, no sólo de trabajadores, sino de ciudadanos afectados por su expansionismo y codicia (así se explica la prisa de la especulación inmobiliaria en Patria y Acueducto con edificios del tamaño de la codicia, vean cómo le dieron en la m… a las salas Lumiére con el expansionismo de una empresa inaugurada estos días con bombo y platillo, orgullo de una clase capitalista provinciana y miope). Los dueños de este país quieren silencio y mansedumbre, buscan seguir estafando con un sistema electoral esencialmente antidemocrático, para lo cual aceptan que los partidos y los políticos sigan en el Festín de Babett de la corrupción interminable y cada vez más descarnada y ofensiva. Quieren que las complicidades que hacen posible ese imperio, se mantengan intocables. Quieren que el ciudadano, por reflejo condicionado, cruce boletas electorales y se olvide de la democracia en serio, la de decidir por los destinos de su salario, de su empleo, de su seguridad social, de la seguridad pública, la democracia de que la clase política deje de ser una despreciable cueva de mercaderes y oportunistas.
Para eso desean un estado policiaco, represor y espía. Para que no haya el mínimo de disidencia, de protesta, de organización ciudadana capaz de movilizarse y exigir que pare tanto desastre, que se destierre la impunidad y que se haga justicia con corruptos, torturadores, represores y prepotentes.
En días pasados exhibieron en el cine foro de la UdeG una película alemana de muy buena factura, creo que se llama La vida de los otros. Ambientada en el espacio entre la construcción y caída del muro de Berlín, retrata con detalles cotidianos cómo operó la poderosísima Statsi, en la Alemania del lado oriental, órgano político a cargo de un estado policiaco en el que todo mundo era vigilado bajo la mirada de un panóptico gigantesco. Cientos de miles de soplones y “policías secretos”. La negación de un estado democrático. La vida cultural y académica era uno de sus blancos favoritos, el protagonista principal, dramaturgo y director de teatro, al ser considerado peligrosísimo por su actividad, subrepticiamente es escuchado las 24 horas del día y no escapa al registro de sus vigilantes la mínima intimidad del acosado. El suponía estar al margen de la manía persecutoria, sin embargo, cuando cae el muro y accede a los archivos secretos, mayúscula es su sorpresa al conocer los alteros de expedientes en los que se contiene el periodo del cual fue objeto de la vigilancia más encarnizada. Una cuestión que plantea la trama, es el dilema moral que para la compañera sentimental del actor principal representa optar entre su carrera profesional y delatarlo. Eso permite una reflexión adicional sobre uno de los subproductos más odiosos y degradantes: la delación, caldo de cultivo de todo estado tiránico y vigilante. Con lo que se plantea una cuestión estremecedora: Todo totalitarismo requiere de estos procedimientos por la paranoia que le invade. El calderonismo hacia allá nos lleva porque es incapaz de ofrecer un proyecto de país próspero y democrático, y sus compañeros de viaje exigen dominar con la represión, el control, los despidos laborales como represalia, la censura y el espionaje a todo cuanto se mueva o represente un peligro de denuncia, reflexión, organización, movilización y protesta. Así empiezan los estados totalitarios, con esa serie de tics y manías.
Más aún, los organismos internacionales como el grupo de Trabajo sobre detenciones arbitrarias de la ONU, han solicitado al Estado mexicano la separación de los militares de las tareas policíacas. No obstante los operativos calderonistas, el informe de la Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados reportó que durante el sexenio que acaba de concluir se cometieron 9 mil ejecuciones relacionadas con el narcotráfico. Datos que llevan a cuestionar la efectividad de esos operativos (La Jornada, 20 de enero de 2007).
Las policías que operan al margen de la ley son peligrosísimos instrumentos para la represión, y, una vez que terminan por autonomizarse del poder que les dio origen, se convierten en bandas sin control para sembrar el terror, recuérdese el caso de la famosa Brigada Blanca, la que tenía por cierto aquí en Guadalajara, en la calle de Alemania en la colonia Moderna, un siniestro centro de tortura por donde pasaron muchos militantes de la Liga 23 de septiembre y no pocos inocentes. Más aún, ¿en que se han convertido en la ex Unión Soviética por ejemplo, los cuerpos policiacos secretos?
Las complicidades con el narcotráfico y con el crimen organizado se dan al más alto nivel. De otra forma, cómo explicar la fuga de El Chapo Guzmán, la ineficiencia de los operativos militares en contra de narcotraficantes con “efecto cucaracha” incluido, o, los golpes selectivos a unas bandas en detrimento de otras, tal como se ha documentado a lo largo del sexenio anterior y el anterior y el anterior. Simplemente en el gobierno foxista “del cambio”, nunca se aclaró satisfactoriamente el escandaloso involucramiento de personal de Conagua en el descubrimiento de embarques de narcótico en una avioneta oficial. La delincuencia organizada más poderosa y productiva no sólo se refiere al trasiego de estupefacientes, sino también al tráfico de armas, de personas (“mojados”, niños víctimas de redes pederastas en la prostitución y la industria pornográfica) y de giros negros, al robo de automóviles y al contrabando y la piratería en gran escala. No extraña, por tanto, que en el escándalo desatado por las denuncias de la periodista Lydia Cacho aparecieran involucrados el gober precioso poblano, Fidel Herrera otro gober precioso, jerarcas religiosos, en torno a un personaje tan repelente como Kamel Nacif. El punto es que las redes de complicidad están en las cúpulas del poder y en el amasijo de intereses de dichas cúpulas. Por otra parte, a ciencia y paciencia de la sociedad y los partidos políticos se fue desnudando con la mayor naturalidad durante el sexenio pasado el intercambio de complicidades en manejos turbios de cantidades estratosféricas como fue el caso del Pemexgate a cambio de Amigos de Fox. Simple y pragmático intercambio de impunidades en el ámbito de la delincuencia de cuello blanco, es decir, la delincuencia de los poderosos e impunes.
El combate a la delincuencia requiere el concurso de especialistas criminólogos, penalistas, expertos en seguridad, en prevención y en derechos humanos. Sacar de la chistera del mago un viejo y siniestro recurso, no significa sino un riesgo mayúsculo para la sociedad, y una apenas disimulada arma urgida de ser puesta en operación contra los inconformes que se multiplican por los desaciertos y la incompetencia de un régimen surgido del fraude electoral. La verdadera delincuencia organizada ni se despeina, porque sabe que esas escenografías ni cosquillas le hacen ni van dirigidas en verdad a ella.




YA BASTA, de que el poder del dinero se imponga a la moral, a la dignidad del PUEBLO DE MEXICO, apoyemos a Obrador