REDES CIUDADANAS.
Narco-sociedad, aceitando el sistema.
GERMÁN ROBLES.
Acaba de terminar el puente Guadalupe- Reyes, motivo por el cuál se ha sido testigo de una prolongada baja informativa, máxime cuando el 2006 destacó por una vorágine de conflictos y notas políticas trascendentes día a día.
Por este motivo el poder detrás de Calderón emprendió como primera estrategia del sexenio abundar en los llamados mega operativos, para crear un ambiente perceptivo que busca legitimar y persuadir la idea de un gobierno “decidido y fuerte”. El tema domina la agenda, porque a la élite así conviene y la estrategia es distraer la atención pública ante la preparación de reformas y golpes reaccionarios que se cocinan en los Pinos.
Los aparatosos mega operativos, son un truco publicitario para disuadir al crimen organizado en pequeño, la nomenclatura mediática le llama a eso prevención policial, lo cierto es que si bien no se discute que el Estado asuma sus prioridades en materia de seguridad lo que se cuestiona es la falta de una política integral de Estado para combatir el narcotráfico, tema gravísimo que su ataque es causal de seguridad nacional. El método desnuda la naturaleza social del sistema y que a los últimos que se desea perseguir y capturar son a las grandes cabezas del crimen organizado.
La falta de una política pública de combate trasgeneracional, la fuerte presencia del ejercito cuyas atribuciones rebasan los límites constitucionales y el esquema con el que se afronta el problema por parte del espurio sólo nos conducen a una conclusión: no hay estado capaz de hacer frente al narcotráfico. No como está, ni a los intereses que responde. La mejor manera de ejemplificar la tesis son las declaraciones de Eduardo Medina Mora respecto a los susodichos operativos tanto en Michoacán como en Tijuana Baja California: “Lo importante no es capturar a los líderes, sino garantizar la tranquilidad social” (¡dixit!). Eso confirma y explica muchas cosas.
Para extinguir al narcotráfico, el crimen organizado y resolver de raíz este cáncer social habría que echar la casa por la ventana, por eso la antelación en el aviso de la aplicación de los operativos para que las diásporas criminales huyan como cucarachas hacia otros estados. Ir sobre los líderes implicaría que los operativos se queden sin patrocinadores, es decir; el enemigo está dentro del gobierno.
Si se quiere defenestrar este mal, habría que pensar en un plan integral que acabe realmente con los negocios de estos capos; establecer reformas al marco jurídico que fortalezca el papel de las policías locales, las atribuciones del ejercito, la progresiva legalización de los estupefacientes, reformas a la Hacienda pública para terminar con los prestanombres y poder incautar los bienes y dar con las grandes cabezas de la mafia.
Todo ello implicaría un golpe fuerte al sistema capitalista, caerían líderes de la droga, se obturarían los trasiegos, caerían grandes políticos, empresarios, parte del clero, capitales y con ello grandes inversiones comerciales; se abriría un enorme boquete al statu quo de la sociedad mexicana y casi se caería el sistema a pedazos.
Por todo lo anterior no hay evaluación, ni resultados ni a corto, ni mediano ni mucho menos a largo plazo que valgan ni se puedan esperar; y es que no se trata de una guerra perdida, ni de desestimar la labor policial y estatutaria para el caso, sino que se debe entender que el aceite del sistema no permite que se lleve una operación efectiva y resuelva de raíz el problema sin que se toquen los grandes intereses. El problema es el mal método y diseño institucional. También es el hecho de que la ruta de combate de Calderón reviste una intención política y mediática que beneficia a un cartel e intenta disuadir y oprimir a otros desfavorecidos. Se trata de rediseñar la relación institucional con el crimen organizado y los heraldos son capturas pírricas de narcomenudistas y quemas simbólicas de plantíos. De ahí que el calculo sea pasar por Sinaloa cuando el tema de la “seguridad” vaya entrando en el stand by mediático.
Se trata de beneficiar a ciertos carteles como método de negociación y control estatutario, a la vez que se da un espectáculo mediático para infundir una falsa idea de seguridad, mentiras edificadas; y dar una buena imagen ante el exterior y beneficiar así las inversiones de un puñado; también para generar una falsa conformidad social sobre la operación civil-militar, la seguridad y sus supuestos resultados que son sólo un paliativo.
Si queremos o esperamos ver resultados los veremos el día en que los escándalos estallen y hayan grandes políticos, empresarios y cuerpos policíacos desenmascarados, cuando veamos que se caen inversiones y se clausuran grandes negocios, centros comerciales, capitales de los principales líderes. Cuando los cuellos blancos se revistan a rayas tras las rejas. Se tendría que poner al país de cabeza y eso no conviene a millones, pero si el estado se mantiene en su postura de atacar y penalizar la producción y trasiego de droga, no tendrá otra salida, utopía quizá, pero esa es la realidad.
El sistema está aceitado de múltiples maneras, pero en la mayoría de ellas el narcotráfico en México es el hilo conductor, somos un país que no tiene ninguna producción en la industria de la transformación destacable, no al menos para opacar el enorme poder que tienen la entrada de divisas por la pésima venta y explotación del petróleo, las remesas de los emigrantes, el turismo para seguir con el narcotráfico (sino es que va mucho antes en el escalafón), ¿la producción industrial donde está? No en los anteriores renglones, sin duda. De ahí que el discurso social vigente legitime la “libre empresa” y la “actitud emprendedora” para matizar el lavado de dinero y la inclusión social de estos delincuentes. Por ello asumen como propias las características de la clase media alta, sus valores, los narco universitarios, los ghettos residenciales, los complejos comerciales y una vida social aparentemente normal dentro de los estándares económicos altos.
¿La otra opción? La legalización y el desarrollo de políticas públicas para la prevención y tratamiento de las adicciones, no podemos negar la realidad, el problema se ha desbordado y la manera en como asume Calderón el combate es cosmética, no va al fondo, es inútil. Todo pro sistema además. El tema se ha extendido demasiado en las primeras planas, no caigamos en el juego de la zanahoria que el duopolio en contubernio con el gobierno ilegítimo quieren imponer y distraen la atención pública hacia otros temas y reformas que se cocinan por la derecha. Pegarle al sistema capitalista es pegarle tangencialmente a la narco delincuencia, y por ello también a un modelo social, cultural, económico interno y viceversa. Esa es la naturaleza del problema; esa es la simulación e inutilidad concreta de un plan por el que la élite mexicana ha enfundado al pelele en vestimentas castrenses que le quedan demasiado grandes. No esperemos resultados.
YA BASTA, de que el poder del dinero se imponga a la moral, a la dignidad del PUEBLO DE MEXICO, apoyemos a Obrador
Etiquetas: Artículos Germán Robles