La ruptura que vieneSi fuera por los ademanes y el rostro de Felipe Calderón, estaría muy claro que ha de romper pública y notoriamente con Vicente Fox. Se negó hasta en dos ocasiones -viernes a medianoche y por la mañana- a recibir la banda presidencial de manos de un Fox ignorante de la ley y el protocolo. Primero el intermediario fue un cadete y luego el presidente de la Mesa Directiva, Jorge Zermeño, a quien Felipe pidió en medio de la gritería que le recibiera la banda a Fox y luego se la diera a él para no tener el menor contacto con el ex presidente. Así que se hizo mueca agria la última bravata -de que "me dará un gran gusto poner la banda en su pecho"- de un Fox que apareció macilento, ojeroso y exhausto en un acto en que dio la impresión de que ni Felipe lo esperaba. Pero ahí estuvo, terco, empecinado y sobre todo aprovechándose del último instante para ilustrar su tesis de que él, Fox, ganó dos veces: en el 2000 y en el 2006, y que Calderón le debe la vida y la Presidencia. Por eso urge el deslinde. Y tal vez esos gestos de fastidio y rechazo sean el preámbulo. Son muchas las razones: el proceso de entrega-recepción no ha sido precisamente terso; ahora Felipe y los suyos saben que Fox construyó una gigantesca mentira mediática sobre los logros de su gobierno y que los spots del autoelogio son en la realidad cifras y datos duros, muy duros, sobre el desastre económico y social en que la ex familia presidencial deja al país; los abusos y las trapacerías de Vicente, Marta y parentelas lo obligarán a hacer justicia reconociendo que los panistas son iguales que los priístas cuando de latrocinios se trata, aunque le darán una oportunidad de legitimación irrepetible; ahora más que nunca Calderón sabe que nunca fue el candidato de Fox y que por eso le deja una herencia maldita de deudas políticas, animadversiones e imposiciones en el Congreso y el gabinete, de las que Felipe debe desprenderse lo antes posible. Pero lo mas grave de todo es este país dolido, fracturado, confrontado, rabioso y roto que Calderón -ahí sí ni modo- recibe de manos de Fox. Por eso el 1 de diciembre fue un día caótico y ha marcado con el mal fario a la presidencia calderonista. Las protestas dentro y fuera del palacio legislativo, la estupefacción y el llanto de muchos se debieron a esa sensación de ira mal contenida por lo que consideran un fraude electoral y en el mejor de los casos una imposición de Fox que se ha vuelto agravio imperdonable. Por supuesto que Calderón tiene una gran responsabilidad en el hecho de haber comenzado tan atropelladamente su sexenio. Se negó a impulsar el conteo voto por voto, que hubiera dado la certidumbre generalizada de la que careció el proceso electoral, y no supo o no pudo o no quiso contemporizar con sus opositores durante cinco largos meses de julio a diciembre. Ahora falta ver de qué está hecho Felipe Calderón. Si piensa gobernar nada más para los que lo protegieron en la Cámara de Diputados y los que lo arroparon en el Auditorio Nacional, o lo hará también para quienes creen que no ganó, y lo increparon en San Lázaro y lo abuchearon en el zócalo. El país ya está dividido pero podría estar escindido si opta por la primera opción. No hay de otra, deberá legitimarse con acciones realmente incluyentes. En sentido contrario corre el riesgo de una presidencia fuerte pero ajena al consenso nacional. Es importante contar con la protección de policías y militares pero le es indispensable concitar el apoyo popular. Los retos ahí están: los múltiples escenarios de la violencia desatada -como nunca antes- por el crimen organizado y el narcotráfico, la injusticia social permanente en que sobreviven apenas millones de mexicanos, la brutal concentración del ingreso, la ausencia de empleos dignos y suficientes, el decaimiento del mercado interno, la baja en la productividad, los elevados índices de corrupción, el todavía sistemático atropello a los derechos humanos. Pero, sobre todo, el gran desafío de la pobreza de los más que cada vez tienen menos frente al despilfarro de los cada vez menos que tienen más, y los excesos de un gobierno guango y rico que es un insulto para una población de estrecheces y miseria. El hecho es que, de cualquier manera, Felipe Calderón es ya el Presidente de México. Falta que lo sea de todos los mexicanos. ddn_rocha@hotmail.com Nuestra solidaridad para Ricardo Rocha y demás periodistas con gran valor civil quienes hoy son objeto de censura, sigan adelante que su dignidad y conviccion social han quedado ampliamnete probados, a los otros miserables de sus colegas ya los juzgará la historia y su conciencia, los esperamos en nuevos proyectos en pro de una nueva red de medios más democráticos.
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