México SA
México SA
Carlos Fernández-Vega
¿Gimnasia o magnesia?
No se justifica la violencia, tampoco la reciente campaña de odio y provocación
Es lamentable que el crispado ambiente político que vive el país sea motivo más que suficiente para que un pequeñísimo grupo de ciudadanos decida expresar su inconformidad electoral por medio de la agresión física y verbal en contra de un candidato a la Presidencia de la República.
Indudablemente, no es mediante agresiones verbales o físicas como se reducirá la elevada temperatura política que registra el país. Por ello, la acción de un pequeñísimo grupo de ciudadanos en contra del panista no puede ser reivindicada como un acto de justicia, ni mucho menos como una acción legítima e inteligente.
Sin embargo, una cosa es la gimnasia, y otra -muy distinta- la magnesia. No hay que confundirlas, porque el candidato panista y su séquito no deben olvidar (y a todas luces pretenden hacerlo) que si algo promovió la campaña calderonista durante casi seis meses fue el odio, la mentira, la violencia verbal, la intolerancia, el lenguaje ofensivo y la provocación en contra de Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores.
De ninguna manera se justifican las manifestaciones violentas por parte de grupo alguno, sea grande o pequeño, de ciudadanos de a pie o de militantes de partido, de amarillos, azules o multicolores. Desde luego que no, pero los panistas tampoco pueden llamarse sorprendidos u ofendidos, después de la despreciable campaña por ellos realizada, que sólo enfrentó a los mexicanos y enrareció el ambiente político.
Quién los viera ahora tan modositos, tan propios, tan decentes en el uso del lenguaje, llamando a la concordia, la unidad nacional y la paz social, cuando a lo largo de seis meses su convocatoria a los ciudadanos no tuvo mayor eje que el de carbonizar al "peligro para México" en hoguera pública.
Si alguien calentó los ánimos e insultó a los ciudadanos fue Felipe Calderón y su séquito. Después de meses y meses de agresión verbal, de mentiras y ofensas, hoy el candidato y sus operadores exigen respeto, decencia y buenas costumbres, porque "la campaña ya acabó", pero el veneno que depositaron se mantiene en la sangre.
En esto tiene mucho que ver el inquilino de Los Pinos quien, tras su descarada intervención en el proceso electoral y su permanente agresión verbal en contra del Peje, ahora pretende reivindicarse como un personaje con las "manos limpias". En el exceso, ayer aseguró que "nosotros estamos evitando a toda costa y asegurando que el Ejecutivo federal, la Presidencia de la República no interviene de modo alguno en el proceso electoral, tal como lo marca la ley, entonces me reservo y no hago opiniones sobre el comportamiento de candidatos". Y espera que alguien le crea.
Las rebanadas del pastel:
Píldora por píldora, caja por caja: "si mi caso fuera único, la situación no tendría mayor repercusión, pero es el de cientos de enfermos que acuden a la Unidad de Medicina Familiar número 1 del IMSS. Tengo una enfermedad crónica, CUCI (colitis ulcerativa crónica idiomática), que requiere tome diariamente seis pastillas de Mesalazina para evitar sangrado intestinal. El dejar de tomar este medicamento pone en riesgo mi vida. Para que me pudieran dar la medicina tuve que hacer mil trámites. Todo para nada. Para no irnos más atrás, desde noviembre del año pasado sólo he recibido el medicamento completo en cinco ocasiones. Cuando llega la fecha de recoger las cajas dicen que 'no hay', 'regrese el mes que entra'; etcétera. Ha habido momentos de verdadera burla: me entregaron una sola de las tres cajas requeridas y me hicieron firmar en una lista; posteriormente me dijeron que no me darían las otras dos porque ya había firmado; este mes me dijeron en donde me autorizan las recetas que fuera a la farmacia porque sí hay la medicina, que ellos irían a la farmacia conmigo si decían que no había; cuando regresé para avisarles que no hay, me dijeron sonrientes pues 'ya se acabó'. Esta es la constante con medicamentos regulados, de los que se deben adquirir para enfermedades especiales, y cuando hago fila son casos y más casos en los que 'no hay', 'no nos llegó', 'hágale como quiera'. Si yo viviera en otro país no pensaría mal, pero como vivo en este, me pregunto, como estos medicamentos requieren un presupuesto especial y se ponen en la lista de entrega cuando el presupuesto está autorizado, ¿dónde van a dar las miles y miles de píldoras que no nos llegan a los pacientes?, ¿en qué bolsillos se quedan los miles de pesos que acumulan? -porque en mi caso hablamos de tres cajas (casi 900 pesos), en otros de cuatro, etcétera- ¿dónde queda este dinero? ¿por qué si la vida de cantidad de personas depende de esto no están las medicinas donde deben estar? Pregunto, ¿a quién debo acudir para que se regule el surtido de medicinas en esta clínica? El personal de Relaciones Públicas del IMSS ya me ayudó dos meses a tratar de hacer esto y a pesar de su amabilidad fue inútil. ¿Quién más puede saber dónde quedan estas medicinas? ¿O debo, como en todos los demás casos en este país, volverme una 'renegada' también en este caso y comenzar a organizar a los demás enfermos para hacer una protesta pública o un plantón?" (Aurora Mosso Montes de Oca, amosso1mx@yahoo.com)
cfvmx@yahoo.com.mx / cfv@prodigy.net.mx
Carlos Fernández-Vega
¿Gimnasia o magnesia?
No se justifica la violencia, tampoco la reciente campaña de odio y provocación
Es lamentable que el crispado ambiente político que vive el país sea motivo más que suficiente para que un pequeñísimo grupo de ciudadanos decida expresar su inconformidad electoral por medio de la agresión física y verbal en contra de un candidato a la Presidencia de la República.
Indudablemente, no es mediante agresiones verbales o físicas como se reducirá la elevada temperatura política que registra el país. Por ello, la acción de un pequeñísimo grupo de ciudadanos en contra del panista no puede ser reivindicada como un acto de justicia, ni mucho menos como una acción legítima e inteligente.
Sin embargo, una cosa es la gimnasia, y otra -muy distinta- la magnesia. No hay que confundirlas, porque el candidato panista y su séquito no deben olvidar (y a todas luces pretenden hacerlo) que si algo promovió la campaña calderonista durante casi seis meses fue el odio, la mentira, la violencia verbal, la intolerancia, el lenguaje ofensivo y la provocación en contra de Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores.
De ninguna manera se justifican las manifestaciones violentas por parte de grupo alguno, sea grande o pequeño, de ciudadanos de a pie o de militantes de partido, de amarillos, azules o multicolores. Desde luego que no, pero los panistas tampoco pueden llamarse sorprendidos u ofendidos, después de la despreciable campaña por ellos realizada, que sólo enfrentó a los mexicanos y enrareció el ambiente político.
Quién los viera ahora tan modositos, tan propios, tan decentes en el uso del lenguaje, llamando a la concordia, la unidad nacional y la paz social, cuando a lo largo de seis meses su convocatoria a los ciudadanos no tuvo mayor eje que el de carbonizar al "peligro para México" en hoguera pública.
Si alguien calentó los ánimos e insultó a los ciudadanos fue Felipe Calderón y su séquito. Después de meses y meses de agresión verbal, de mentiras y ofensas, hoy el candidato y sus operadores exigen respeto, decencia y buenas costumbres, porque "la campaña ya acabó", pero el veneno que depositaron se mantiene en la sangre.
En esto tiene mucho que ver el inquilino de Los Pinos quien, tras su descarada intervención en el proceso electoral y su permanente agresión verbal en contra del Peje, ahora pretende reivindicarse como un personaje con las "manos limpias". En el exceso, ayer aseguró que "nosotros estamos evitando a toda costa y asegurando que el Ejecutivo federal, la Presidencia de la República no interviene de modo alguno en el proceso electoral, tal como lo marca la ley, entonces me reservo y no hago opiniones sobre el comportamiento de candidatos". Y espera que alguien le crea.
Las rebanadas del pastel:
Píldora por píldora, caja por caja: "si mi caso fuera único, la situación no tendría mayor repercusión, pero es el de cientos de enfermos que acuden a la Unidad de Medicina Familiar número 1 del IMSS. Tengo una enfermedad crónica, CUCI (colitis ulcerativa crónica idiomática), que requiere tome diariamente seis pastillas de Mesalazina para evitar sangrado intestinal. El dejar de tomar este medicamento pone en riesgo mi vida. Para que me pudieran dar la medicina tuve que hacer mil trámites. Todo para nada. Para no irnos más atrás, desde noviembre del año pasado sólo he recibido el medicamento completo en cinco ocasiones. Cuando llega la fecha de recoger las cajas dicen que 'no hay', 'regrese el mes que entra'; etcétera. Ha habido momentos de verdadera burla: me entregaron una sola de las tres cajas requeridas y me hicieron firmar en una lista; posteriormente me dijeron que no me darían las otras dos porque ya había firmado; este mes me dijeron en donde me autorizan las recetas que fuera a la farmacia porque sí hay la medicina, que ellos irían a la farmacia conmigo si decían que no había; cuando regresé para avisarles que no hay, me dijeron sonrientes pues 'ya se acabó'. Esta es la constante con medicamentos regulados, de los que se deben adquirir para enfermedades especiales, y cuando hago fila son casos y más casos en los que 'no hay', 'no nos llegó', 'hágale como quiera'. Si yo viviera en otro país no pensaría mal, pero como vivo en este, me pregunto, como estos medicamentos requieren un presupuesto especial y se ponen en la lista de entrega cuando el presupuesto está autorizado, ¿dónde van a dar las miles y miles de píldoras que no nos llegan a los pacientes?, ¿en qué bolsillos se quedan los miles de pesos que acumulan? -porque en mi caso hablamos de tres cajas (casi 900 pesos), en otros de cuatro, etcétera- ¿dónde queda este dinero? ¿por qué si la vida de cantidad de personas depende de esto no están las medicinas donde deben estar? Pregunto, ¿a quién debo acudir para que se regule el surtido de medicinas en esta clínica? El personal de Relaciones Públicas del IMSS ya me ayudó dos meses a tratar de hacer esto y a pesar de su amabilidad fue inútil. ¿Quién más puede saber dónde quedan estas medicinas? ¿O debo, como en todos los demás casos en este país, volverme una 'renegada' también en este caso y comenzar a organizar a los demás enfermos para hacer una protesta pública o un plantón?" (Aurora Mosso Montes de Oca, amosso1mx@yahoo.com)
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